Todos los seres humanos, salvo aquellos mentalmente discapacitados, tenemos la oportunidad por interesarnos en el conocimiento. Algunos en la línea de lo que les apasiona: deportes, hobbies, modas, farándula etc. Pero aquellos que estamos injertados en este proceso de la fe, con frecuencia estamos también tratando de escuchar personas y voces que nos alimenten espiritualmente, que nos edifiquen y que traigan a nuestra vida, algún conocimiento que influya de cierta manera en nuestros comportamientos y nuestras acciones para conquistar bienestar.
No obstante, hay diversas voces que pueden distorsionar la verdad que llega a nuestro corazón; algunas veces mal intencionadas, otras veces no tanto, pero que por falta de formación y conocimiento de la verdad nos quieren transmitir información inadecuada y peligrosa para nuestra estabilidad en la fe. (Ro 10, 11 La Escritura dice: «El que confíe en él, no quedará defraudado.» 12 No hay diferencia entre los judíos y los no judíos; pues el mismo Señor es Señor de todos, y da con abundancia a todos los que lo invocan. 13 Porque, esto es lo que dice: «Todos los que invoquen el nombre del Señor, alcanzarán la salvación.» 14 Pero ¿cómo van a invocarlo, si no han creído en él? ¿Y cómo van a creer en él, si no han oído hablar de él? ¿Y cómo van a oír, si no hay quien les anuncie 15 ¿Y cómo van a anunciar el mensaje, si no son enviados? Como dice la Escritura: «¡Qué hermosa es la llegada de los que traen buenas noticias!» 16 Pero, no todos han aceptado el evangelio. Es como dice Isaías: «Señor, ¿quién ha creído al oír nuestro mensaje?» 17 Así pues, la fe nace al oír el mensaje, y el mensaje viene de la palabra de Cristo. el mensaje?) Si la fe viene por el oír, entonces ¿qué voces estás escuchando para edificar verdaderamente tu fe, con la verdad? ¡Cuidado!, porque no todas las voces que nos llegan, aún dentro de la espiritualidad, son sanas para nuestro corazón y vida. Por ejemplo: hay,
- Voces del mundo en general.
- Voces pesimistas y fatalistas.
- Voces vanidosas y ambiciosas.
- Voces optimistas.
- Voces esperanzadoras.
- Voces que odian e incitan a la división.
- Voces espirituales condenatorias.
- Voces espirituales que esclavizan.
- Voces espirituales que motivan a la santidad.
- Voces que enseñan en el mundo y en lo espiritual.
Así las cosas, no podemos estar alimentando nuestra mente y corazón con voces negativas, pesimistas, fin mundistas, destructivas o que nos imponen esclavitud y cargas. En este orden de ideas será necesario seleccionar lo que deberíamos escuchar para edificar nuestra fe. Para ello propongo escuchar las siguientes voces:
- La voz de Dios.
- La voz de quien enseña la verdad.
- La voz de quien corrige con amor.
- La voz de quien habla de la esperanza.
- La voz de quien motiva a la santidad.
- La voz de quien tiene un testimonio verás, congruente con la sagrada escritura.
- La voz de quien te consuela y rescata del pesimismo y la postración.
La Palabra de Dios nos enseña que no todo el que diga “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, y de otra parte nos habla de que por los frutos los conoceréis. Así que piensa bien a quién estás escuchando y qué está sucediendo en tu corazón con aquello que escuchas. ¿Lo que oyes está dando frutos buenos, de esperanza, de paz? Sólo así sabremos que elegir para edificar nuestra fe. ¡Cuidado! No todas las profecías y los profetas son verdaderos; no todos los que se dicen ser de Dios son realmente movidos por el Espíritu Santo. No se trata de que estés escuchando sólo: Dios te ama, Dios te perdona, etc., se trata más bien de escuchar lo que es verdaderamente nutritivo para nuestra fe y para actuar de manera coherente con el llamado de Dios.
Juan Alberto Echeverry
2 comentarios
Es importante que nos preparemos, para obtener más conocimiento sobre nuestra fe, no quedarnos sólo con celebrar sacramentos y ya, especialmente los que son padres de familia, para que dejen esa herencia de la fe verdadera, valores cristianos a sus hijos.
Es muy cierto hay mucha gente que dice amar a Dios pero sus acciones dicen todo lo contrario