Pase lo que pase, yo siempre estaré contigo

Pase lo que pase, yo siempre estaré contigo

Pase lo que pase, yo siempre estaré contigo

P.Roberto Figueroa


“Entonces le dijo Pedro: ‘Señor, si eres tú, mándame ir a ti caminando sobre el agua’. Jesús le contestó: ‘Ven’. Pedro bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua hacia Jesús; pero al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, comenzó a hundirse y gritó: ‘’¡Sálvame, Señor!’. Inmediatamente Jesús le tendió la mano, lo sostuvo y le dijo: ‘Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?’ Mateo 14, 22-33.

Lo incierto y lo desconocido son parte de los miedos arraigados en el ser humano. La incertidumbre de desconocer el futuro hace que las mentes de muchos vuelen sin rumbo por doquier, formándose una angustia en el interior.

Instintivamente buscamos certezas y seguridades, tener el control de las situaciones, de las cosas y las circunstancias. Hasta de Dios se quiere tener una seguridad y por eso, para “tenerlo cerca” y “controlado”, hay quienes hacen dioses a su tamaño, aplicándole a Dios todo lo que pertenece a nuestra condición humana, incluyendo defectos, limitaciones y debilidades.

Es fácil alegrarse con un “dios” que cumple con todos los caprichos pedidos. A ese “dios” se le alaba, se le lleva ofrendas y se le dice qué tan bueno es. El problema con un “dios” así es que también cualquiera se puede disgustar fácilmente, ya que no siempre las cosas resultan como uno lo quiere. En ocasiones hay soledad, dolor y tristeza y ese “dios” tan pequeñito no puede resolverlo todo. Por esto mismo, aparecen frustraciones y cuestionamientos, tales como: “¿dónde está Dios?”, “¿por qué nos abandona?”, o afirmaciones así: “Si yo le rezo y me persigno todos los días, si yo le cumplo y soy bueno, ¿por qué no me da lo que le pido?”, “¿por qué dejó que se muriera?” y muchas otras preguntas más que, mientras no tengamos la imagen correcta de Dios, siempre quedarán sin responder.

El problema, obviamente, no está en Dios, sino en la imagen que nos hemos hecho de Él. Pero ¿quién nos puede mostrar la imagen perfecta de Dios? El mismo Dios. La Revelación es la manifestación de Dios al hombre, Él se da a conocer y nos habla de Sí mismo. La plenitud de esta Revelación la encontramos en Jesús de Nazaret, Él es el perfecto Revelador del Padre, Él es la imagen visible del Dios invisible, tal y como se lo dice Jesús a Felipe: “Felipe, quien me ve a mí, ve al Padre”.

Jesús nos muestra una imagen de Dios jamás hecha o imaginada por el hombre. Dios es nuestro Abbá, “Padre querido”, que nos ama entrañable e infinitamente y su amor misericordioso es incondicional y eterno. El Dios que nos presenta Jesús, es desafiante, ya que exige aquello que el hombre cree que no es capaz de dar y pide aquello que el hombre cree no es capaz de ofrecer. Es el Dios de la prosperidad que se alcanza tanto por el esfuerzo y el trabajo constante, como por la confianza plena y total en Él.

El Dios de Jesús es Aquel que nos lanza hacia el futuro con la incertidumbre de lo que sucederá, pero bajo la certeza de la fe y la fuerza del amor que todo lo puede y todo lo alcanza. El “gran riesgo” del cristiano, del seguidor de Jesús, es decirle Sí a Dios, sabiendo que lo que sucederá es lo mejor que puede sucederle.

Es interesante cómo en el Evangelio, cada vez que la gente le pregunta a Jesús cuándo sucederán las cosas, especialmente en lo que se refiere al fin del mundo, Él responde con el cómo hay que comportarse. Jesús habla más de actitudes ante la vida que de datos informativos. Jesús no cae en la trampa de resolver curiosidades ni tranquilizar las conciencias, pues Él no vino a eso. Jesús, con su palabra de vida, ha despertado las conciencias aletargadas, ha encendido los corazones de aquellos que desean vivir tranquilos y sin esfuerzo.

Desubicarnos en el tiempo es una tentación constante para cualquiera, ya sea porque queremos vivir anclados en el pasado o adelantarnos al futuro, olvidando que el único tiempo en el que vivimos es el presente.

En el Evangelio de san Lucas se hace constantemente mención de la palabra “hoy”, y tanto en este Evangelio como en otros dos, Jesús nos enseña que no debemos preocuparnos por el qué comeremos o con qué nos vestiremos, porque cada día tiene su propio afán.

¿Cuál es el reto que debemos afrontar? La confianza en Dios, saber que permaneciendo en Él no hay por que temer. Recordemos el salmo 22 (23) “Aunque pase por cañadas oscuras nada temo, porque tú estás conmigo, tu vara y tu cayado me dan seguridad”.

El gran desafío para todo ser humano es creer que aún y cuando pasemos por tempestades y pareciera que nunca volverá a salir el sol, vendrá un nuevo día lleno de luz, de paz y de armonía. Hay que aprender a confiar aunque no todo sea como queremos o esperamos.

El gran mensaje de esperanza nos lo da el mismo Jesús: “Yo estaré con ustedes, todos los días, hasta el fin del mundo”.

 

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1 comentario

Muchas gracias por todo lo que hacen,
Es de mucho aprendizaje, es la primera vez que leo el blog del Padre Figueroa, de verdad de mucha enseñanza! lo extraño todo los días por la mañana en el programa.

Irma Venegas

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