María Madre nuestra

La Santísima Virgen María es la Madre de Dios, la Madre de la Iglesia, la Madre de cada uno de nosotros, la Reina de los ángeles y la Creatura más perfecta que Dios haya creado.
Ella dijo: “¿No estoy yo aquí que soy tu Madre?”. La Virgen María no es una madre cualquiera, es “La Madre”. Ella es un misterio.
El significado de las palabras de María: “¿No estoy yo aquí que soy tu Madre?”, es el mismo de las palabras de Cristo: “Venid a mi todos los que estéis cansados y agobiados que yo os aliviare, porque mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt.11,28’30). En estas palabras, como en todas,
Cristo expresa su amor de Salvador; María las expresa como Madre. El alma de Jesús y el alma de María, (salvando la proporción Dios – Creatura), se parecen como gemelos espirituales que son.
El amor de Dios expandió al infinito el corazón de la Virgen y su poder de Madre se potenció a la altura de Dios. Amor y poder que primero recibió como un don, pero los perfeccionó con su humildad al entregar su corazón y su voluntad a Dios; es decir, amó con el amor de Dios y obró siempre según y con la voluntad de Dios; su amor y poder no tenían límites pues no eran los de ella, sino los de Dios. Algo que podemos hacer todos si le entregamos nuestra voluntad y corazón a Dios.
Decimos que Cristo no le niega nada a la Virgen. No le puede negar nada, porque se negaría a sí mismo ya que el querer de María es el querer de Cristo. La Virgen ama en todo hacer la voluntad de Dios. María “siempre hace la voluntad de Dios y el Padre y su Hijo han puesto su morada en ella”.
No temas ella nunca te dejará de amar y te dará en la medida de su amor y el amor de Dios.
María es Madre para amarla imitándola. Todos podemos potenciar nuestro amor y querer al infinito si como la Virgen, le entregamos a Dios nuestro corazón y nuestra voluntad, “para que sea Cristo quien vive en mi”.

P. Lorenzo Gómez, L.C.