Una montaña
Fue el profeta Elías, quien en el monte Carmelo, tuvo una visión de una nube (1 Reyes 18, 44). Los carmelitas la interpretan como la presencia de la Virgen María. Esta montaña ha sido lugar de retiro de tantos monjes que desean vivir en oración y contemplación. Así es en nuestras vidas. Estamos tratando de subir cada día un poco esa montaña, la “montaña de nuestra santidad”. Quien diga que la santidad es fácil es porque nunca lo ha intentado; quien diga que es imposible, será porque está muy cómodo en su mediocridad; quien diga que la santidad no es para él, no sabe lo que es la santidad, es un ignorante.
Una estrella
Los marineros en la antigüedad se valían de las estrellas para dirigir sus embarcaciones y llegar a puerto seguro. Aquellos hombres del Carmelo, ante la invasión de los sarracenos, tuvieron que abandonar aquel lugar. La Virgen se hace presente y les dice que Ella será su “estrella del mar”. Tenemos nosotros una estrella en María de Guadalupe. Es Ella quien nos indica el camino seguro y sin error para llegar a su Hijo Jesús. Siempre brilla para nosotros. Toca confiar en Ella, ¿que no está ahí, que es nuestra Madre?
Un escapulario
San Juan Stock fue el elegido por la Virgen para que, a través de él, regalarnos a todos el escapulario. Maravilla de sacramental. Le prometió que, quien lo portara durante su vida, no sufriría el fuego eterno. Que nuestro gran “escapulario” sea la vida de gracia. Sin la cual no somos nada; con la gracia de Dios lo podemos todo.
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