Gracias, Madre, por haber dicho que sí
P. Mariano de Blas, L.C.
Gracias, Madre, mil gracias, bendita, por haber dicho que sí. Nos trajiste lo mejor. Estábamos destinados al eterno dolor, éramos enemigos del Dios que tú amas. La desesperación hubiera sido nuestra forma de vivir, una tristeza creciente, sin cambio, sin sol. Sin luz, sin amor, sin sentido de vivir. ¿Qué hubiera sido de nosotros sin ti, Virgen misericordiosa?
Vienes a darnos, a darme otra vez a Jesús. Permíteme disfrutar algo de la felicidad del cielo porque viene a mi corazón y a mi familia el cielo entero con Jesús . Pero viene el cielo, viene Dios de la forma más sorprendente. A todos nos ha dejado sin palabras ese Dios niño, ese gitanillo precioso. Perdona que así lo llame porque ha nacido como otros gitanillos, si no debajo de un puente, sí en una cueva de animales. Gitanillo se hizo por mí, por amor, por amor, por amor…
El Niño Jesús es todo amor, solo amor y siempre amor para mí. Déjame besarlo, déjame abrazarlo con cariño y amarlo con todas las fuerzas de mi alma. Déjame besarte, déjame abrazarte, Madre querida, con toda la ternura de mi corazón. ¿Cómo no amarte, ángel de mi vida, Madre bendita, si nos has traído al tres veces santo, si nos has dado al Verbo de Dios y has convertido al hijo eterno del Padre en un niño de esta tierra?
Nos diste un Dios niño, con cuerpecito de niño, con un corazón de niño, pero a través de sus latidos nos ama el Dios que es amor. Lloraba ese niño lágrimas de niño y lágrimas de Dios. Latía aquel corazón chiquito como el de cualquier niño pero era el corazón de Dios que nos ha amado con eterno amor.
Visita nuestra colección de Navidad aquí