FEMENINA O FEMINISTA
Por Lucía Legorreta
No cabe duda que los esfuerzos realizados por lograr una mayor igualdad entre la mujer y el hombre han sido muchos y necesarios. Pero me pregunto: ¿Ha sido positivo este cambio? ¿Somos más felices las mujeres de hoy que las que vivieron décadas atrás? Es algo difícil de responder ya que, por un lado, vemos a mujeres en puestos públicos y privados, egresadas de universidades y superándose cada día más, y por el otro, observamos que las depresiones, adicciones, divorcios y suicidios en mujeres incrementan día a día.
Vale la pena recapacitar sobre lo que está ocurriendo, sobre todo porque es evidente que el papel del hombre a lo largo de los años ha sido el mismo. Somos nosotras quienes hemos cambiado e incidido, sin duda alguna, en la dinámica social.
Los años dedicadas al estudio y al trabajo por y para la mujer mexicana, me han llevado a concluir que el tipo de feminismo que realmente valora tanto a la mujer como al hombre y, por tanto, el que más beneficia a nuestra sociedad, es el feminismo en equilibrio; donde las mujeres, en lugar de buscar una óptica feminista, luchamos por una óptica femenina en la cual se contempla al hombre y a la mujer como un todo.
Reconocemos que la mujer necesita del hombre y viceversa, por lo que ella lo debe involucrar en la paternidad, en la educación de los hijos para que su intervención no sea solo biológica, sino total. La mujer y el hombre son un complemento, no una competencia, con igualdad de derechos y responsabilidades.
En este mundo lleno de cambios y oportunidades para nosotras, tenemos el gran reto de crear una figura de mujer, que, en contraposición con las formas radicales de feminismo, desarrolle en toda su amplitud y armonía las riquezas de la auténtica feminidad en los diferentes papeles que a cada una le ha tocado vivir: como esposa, madre, soltera; como profesionista o estudiante, como hija, amiga y como ciudadana.
Debemos sentirnos orgullosas de ser mujeres, no hacer a un lado nuestra esencia, ni mucho menos negar nuestras cualidades:
- Feminidad: mostrar que eres mujer en el vestir, hablar y actuar. Es un error pensar que para ser más moderna se tiene que ser menos femenina.
- Comprensión: la mujer posee una gran empatía hacia los demás, sabe ponerse en su lugar y entender lo que está viviendo el otro.
- Intuición: ese sexto sentido que nos indica cuando algo no está bien. Es la voz que nos hace decir “no me late”, “no lo creo”, “no me gusta”.
- Atención a lo concreto: dirigirse más a lo profundo, al detalle.
- Creatividad e ingenio: capacidad de presentar lo cotidiano con un toque de alegría y satisfacción.
- Generosidad: una especial entrega hacia los demás, tanto cercanos como lejanos.
- Compromiso: la mujer pone su corazón en lo que hace.
- Capacidad de escucha: ella no oye palabras, sino corazones.
- Servicio: amor, disponibilidad, dedicación y entrega a los demás.
La mujer humaniza de manera natural los ambientes donde se desarrolla: la familia, la oficina, la escuela. No debe negarse la posibilidad de imprimir ese toque por competir con los hombres y adoptar sus características.
El hombre y la mujer tenemos la misma dignidad: somos dos caras de una única moneda que es el ser humano. Por lo tanto, es importante dejar de equiparar el significado de diferente con calificativos como mejor o peor. Y es que la persona existe de dos modos: el femenino y el masculino.
Necesitamos de hombres y mujeres para vivir y hacer crecer plenamente nuestras cualidades; aprovechemos estas diferencias para crecer juntos como personas y mejorar así la sociedad.
Los desafíos son muchos, pero hay que afrontarlos. Tenemos el gran reto de vivir nuestra feminidad en un mundo en el cual ya no se exige ser femenina. Tenemos el gran reto de ser madres y enseñar a ser madres, en un mundo en el cual ya no se valora la maternidad. Tenemos el gran reto de ser mujeres que vivan su vida en equilibrio y tranquilidad.
Lucía Legorreta
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