Día de la Calendaria

“María y José llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarlo al Señor”.

(Lc. 2, 21-24)

¿Y por qué vas tan sonriente camino del templo? ¿Por qué esa sonrisa tan inocente a la vez que tan ansiosa por descubrir el final del acontecimiento?

Ahí vas, en brazos de María, mirando de reojo a José. ¿Qué están haciendo tus papás? Creo entender el porqué de tu contento.

Sí, claro. María y José cumpliendo amorosamente con un acto de su religión, y Tú por dentro sonríes. Es que le van a ofrecer a Dios al “algo” que, de suyo, ya es de Él. Tú mismo. Ahora entiendo el porqué de esa sonrisa tuya.

Pero el evento sigue su marcha. Veamos. ¿Presentar y ofrecer a Dios algo nuestro que de hecho le pertenece?, es curioso. Cualquiera soltaría una carcajada. Una sonrisa llena de

sinceridad, pero también de curiosidad. ¿Porqué a Dios le encanta que le ofrezcamos, que nos ofrezcamos a él?

Oh si entendiéramos en este día lo maravilloso que es ofrecerle a Dios lo que él mismo nos ha dado. El poder ver, respirar, sentir, oler, caminar, sonreír. El poder trabajar, colaborar, apoyar. El poder compartir, escuchar, acompañar. El poder llorar, sufrir, sacrificarnos.

Oh si en este día comprendiéramos lo grande que somos cuando, a conciencia y con amor, somos capaces de decirle al Señor: aquí estoy, toma Señor mi libertad, mi memoria, entendimiento y voluntad. Tuyos son, tú me los diste, a ti Señor lo torno Oh que grande y sencillo a la vez, es el ser humano cuando entiende que: “en el Señor somos, nos movemos y existimos” Felices seremos cuando creamos que: “inquieto está nuestro corazón hasta que no descanse en él” en Dios.

Jesús, ahora entiendo tu sonrisa.

Gerardo de la Rosa LC

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